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sábado, 25 de julio de 2009

SUENAN LOS TAMBORES

Suenan los tambores, suenan. Tiemblan las entrañas. Suenan los tambores, suenan. Los mosquitos molestan, el miedo y el sudor se pegan a la piel. Suenan los tambores, suenan. No tenés que estar ahí, es un mal escondite y esa hoja que te molesta la nariz... Suenan los tambores, suenan. Tiembla el cielo negro de humo y noche ¿qué hacés ahí?. Suenan los tambores, suenan. El sonido llega apagado, pero sentís vibrar los retumbes bajo los pies. Suenan los tambores, suenan. Te están buscando, te huelen, te quieren matar, te quieren matar, si corrés te descubren, si te quedás te encuentran. Suenan los tambores, suenan. ¿Que vas a hacer? ¡¿Qué vas a hacer?!, ese hueso puntiagudo no te sirve contra esos escudos, estás casi desnudo a no ser por el taparrabo. Suenan los tambores, suenan. Se mueve el aire alrededor tuyo, se están acercando, el ritmo es terrible y cadencioso como una respiración. ¡Suenan los tambores, suenan!. Tiemblan las entrañas y las copas y el piso. Suenan los tambores, suenan. Olor a fuego, olor a furia, te quieren matar. No sos nada, te quieren matar. Suenan los tambores, suenan. No lo soportás, salís de tu escondite y echás a correr. Los tambores, los tambores cada vez más rápido. Sentís algo que te pasa por al lado de la cabeza y más adelante se clava una lanza. El ritmo de los tambores es frenético, te aprieta el estómago. Corrés, corrés, no querés morir. Saltás por encima de un tronco y sentís las baldosas frías bajo los dedos. Los tambores te enganchan del pelo, te tiran de la piel hacia ellos. Más lanzas, una te raspa el brazo, o quizás hay sido una rama, no podés saberlo porque estás corriendo sin mirar atrás.
Cruzás una góndola, luego otra, y otra, y pasás el puesto de las verduras saltando por encima de la caja número siete. Las hojas secas y la humedad de la selva van mermando a medida que te acercás a la puerta. Los tambores, ¡los tambores detrás tuyo!. Cruzás el felpudo que dice “welcome” y la puerta de vidrio se abre sola cerrándose atrás tuyo. Los tambores dejaron de sonar y el piso ya no retumba más. Te vas a tu casa cruzando el estacionamiento y dejás atrás el supermercado

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