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jueves, 23 de julio de 2009

TEXTO LOCO

Me gusta escribir poemas donde te destrozo, cada pedacito tuyo es deshilachado, desfigurado como si jamás hubiese tenido formas. Me gusta matarte de vez en cuando, en un verso cualquiera, como quien salta al vacío, a un abismo desconocido. Apenas esta espada roza los renglones donde existís al mejor estilo polizonte (porque nadie te llama, vos venís y te metés en todo lo que escribo, hasta en las recetas de cocina...) el poema empieza a temblar: ya sabe que vas a morir, lo siento retorcerse y le tengo que poner cintas en las puntas para que no huya y se esconda en algún lado... no olvidemos que una hoja de papel tendría muchos lugares donde esconderse si en una de esas se le cruzara por la mente la idea de hacerlo. Bien, una vez inmovilizada la hoja, es decir, el salón, el espacio, ese vacío donde planeo matarte de alguna manera horrible, sucia y original, hay que proceder a escribir las primeras líneas, listo, y la hoja tiembla, parece que tuviera epilepsia, se estremece y a veces da la sensación de casi estar a punto de rasgarse. Y así es el asunto, al final te mato y dejo el lápiz ensangrentado a un lado. La hoja se ha quedado quieta, algo que pasa siempre, dado que ya estás muerta y no pude hacer nada ha vuelto a su rol normal en esta vida, pero está ahí, yo me doy cuenta cuando la miro, la hoja se da cuenta que detrás de tanta sangre hay un enano de jardín gritando viva Maradona o una luna que parece un gajo de mandarina, que efectivamente es un gajo de mandarina, y que está tan cerca que el enano se le trepa encima y se pone a cantar una canción fanática haciendo que los transeúntes de la calle que pasa justo por debajo miren asustados y los que están en las casas se asomen por las ventanas para gritarle que son las cuatro menos cuarto de la mañana al tiempo que le lanzan algún zapatazo a modo de calmante. Salgo de la ventana después de perder la chinela derecha en un intento de silenciar al enano cantor (y de jardín) y le lanzo otra mirada a la hoja con el poema asesino, ese donde jugué a matarte con palabras de goma porque no me salen otras, porque al final parece que vos y enano y el gajo de mandarina que hoy hace de luna y la calle a la que acabo de asomarme son todo lo mismo, yo también, y como no queda otra vuelvo al lápiz y la nueva hoja se estremece apenas, pero esta vez abro la ventana al primer renglón... me dieron ganas de comer mandarina y además tengo que ir a buscar la chinela.

1 comentario:

  1. Buenísimo todo lo que escribís.
    Me encanta cuando aparecen personajes descolgados asi como en este relato.

    Un saludo!

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