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viernes, 25 de diciembre de 2009

Otro texto loco

   Quise jugar al bosque con vos, rozarte con sonidos por detrás de neblinas que solo tu piel pudiera sentir, acercarme tanto que cayeras de bruces y enterraras la nariz en esta tierra centenaria y tan perdida que solo los más locos podemos cruzar, donde a veces se alcanza algún sentido de las cosas, una especie de entendimiento que no usa el lenguaje de las palabras, antiguo como la vida.
   Quise torcer tus sueños para treparte en cada uno, para que al despertar lo primero que encuentres tirado en la lucidez matutina sea la tibieza de unos labios fugaces
que no alcanzaste a adivinar, unos ojos que te miraban y que vos mirabas sin entender porque te hundías en ellos, por qué tu cuerpo hace amagues de abrazar y mimetizarse con el color de esos iris desconocidos.

   Para que de golpe no entendieras esa sensación cálida que explotaba en alguna parte de tus huesos y afloraba sudando y ardiendo sin sentido en cualquier momento del día. Quise jugar al bosque con vos de la misma manera que el domador encanta a la serpiente, pero el asunto salió distinto. De golpe me di cuenta que algo en mi te llamaba en una letanía salvaje, una invocación a tu boca, a tu risa, a tu espalda, a tu silueta traspasando una puerta. Tu existencia de pasos leves en esta tierra de locos dejaba huellas húmedas y profundas como abismos que escupieron pájaros de colores y murmullos plateados, a veces una hoja marrón caía a mis pies y se convertía en tus ojos y de tus ojos en vapor, o una palabra suelta me enganchaba y me tiraba contra la realidad cercana de tu cuerpo y me hacía con curvas y lunares.
   Los murmullos plateados se pegaron a las cortezas y por todas partes había un moverse de lenguas y dientes en cavidades que de mirarlas me atraían y perdía las nociones de todo, las sombras se volvieron del negro de tu pelo y acostarme en el suelo me daba la sensación de estar en tu vientre o tu hombro, reducido a una miniatura microscópica en la tibieza. No pude salir porque el bosque estaba lleno de curvas igual que vos, a la vuelta de un claro me encontraba con uno de esos pájaros azules o rojos y se reían con tu risa, me acuerdo que en cierto momento me tiré al arroyo para ahogarme pero reboté sin mojarme y quedé tirado en la otra orilla, acariciado por tus manos hechas hojas. Así que te escribí esto, estoy acá, te estoy respirando, mis moléculas se descomponen y se unen a las tuyas, estas teclas se están haciendo neblinosas, la hoja se retuerce porque está viva, los abismos siguen escupiendo murmullos que se arrastran desde los abismos y me trepan e inmovilizan las piernas, te veo venir, estoy desnudo, te acercás, me estás besando, donde muevas tus labios muevo los míos, siento que te subís encima y donde muevas tu cuerpo se mueve el mío.

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